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CO.INCIDIR 99
Julio dio un salto adelante, Marlen, y se transformó en estación de llegada. Tú te quedaste en los pasos anteriores para recibir a solas el invierno.
No había razón para tomarte de la mano y llevarte conmigo, tenías que quedarte a descifrar el mundo, barrer con tu mirada las hojas del jardín, descubrir flores que no alcancé a mostrarte, colores recién inventados, rincones de luz hasta hace poco ocultos para tu asombro.
¿Has visto los prístinos brotes de las amapolas blancas? y el ave desorientada encontrando el camino de regreso? el levitar de las cortinas en esa casa a solas?
Yo te veo, siempre lo hice, veo al azul inmenso fundirse en tus ojos cada mañana y un rayo de sol cruzar la hoja recién humedecida; entonces el rocío se sumerge en tu mirada que sólo va donde yo camino.
Yo camino más lejos, Marlen, allá donde es necesario conocer antes que te asomes, revisar las rosas sin espinas para tus manos, apaciguar lagartijas y proteger tu miedo, reparar el columpio de las niñas que aún no llegan del colegio.
Hay tanto por hacer en este palacio antes de tu llegada, hay tanta belleza que emerge de las venas invisibles de éste que te amó y que te ama. En este nuevo segundo tan eterno como mi adoración, dialogo con la ternura y con la memoria, hasta encontrar el recuerdo más dulce para lavarte las lágrimas y recuperar tu sonrisa.
Ya viene el invierno que no alcanzó a visitarme, supo que la estación de las hojas marchitas haría reír los pasos nuestros, y la brisa que hoy besa tus labios volaría en regocijo hasta los míos.
Dile a don invierno que correré sobre tu techo, que cubriré la cima del Manquehue con mi aliento blanco, que estaré allí cuando tropieces, y sabrás que la ausencia de dolor es el calor de mi ternura sosteniéndote.
Mira entonces ahora cómo se despliega la vida, cómo vas comprendiendo cada razón, cada intento; cómo la noche y su silencio es el manto de mi amor cubriéndote, cómo el amanecer y la alegría de los pájaros es la esperanza que siempre nos acompañó. Y darás las gracias ante todo y por todo, por la luz de la vela que te retorna a ese sur antiguo, por la ventana que hace transparente los muros, por respirar, por cerrar los ojos, por abrirlos y despertar ante mi rostro vivificado y amante de esa niña que aprendió a recibir los inviernos sola y a agradecer que por fin pudo descifrar el canto del zorzal que hoy soy yo.
Tuvimos un último junio para co.incidir
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