EDICIONES MENSUALES
- Página principal
- CO.INCIDIR 25
- CO.INCIDIR 26
- CO.INCIDIR 27
- CO.INCIDIR 28
- CO.INCIDIR 29
- CO.INCIDIR 30
- CO.INCIDIR 31
- CO.INCIDIR 32
- CO.INCIDIR 33
- CO.INCIDIR 34
- CO.INCIDIR 35
- CO.INCIDIR 36
- CO.INCIDIR 37
- CO.INCIDIR 38
- CO.INCIDIR 39
- CO.INCIDIR 40
- CO.INCIDIR 41
- CO.INCIDIR 42
- CO.INCIDIR 43
- CO.INCIDIR 44
- CO.INCIDIR 45
- CO.INCIDIR 46
- CO.INCIDIR 47
- CO.INCIDIR 48
- CO.INCIDIR 49
- CO.INCIDIR 50
- CO.INCIDIR 51
- CO.INCIDIR 52
- CO.INCIDIR 53
- CO.INCIDIR 54
- CO.INCIDIR 55
- CO.INCIDIR 56
- CO.INCIDIR 57
- CO.INCIDIR 58
- CO.INCIDIR 59
- CO.INCIDIR 60
- CO.INCIDIR 61
- COINCIDIR 62
- CO.INCIDIR 63
- COINCIDIR 64
- CO.INCIDIR 65
- CO.INCIDIR 66
- CO.INCIDIR 67
- CO.INCIDIR 68
- CO.INCIDIR 69
- CO.INCIDIR 70
- CO.INCIDIR 71
- CO.INCIDIR 72
- CO.INCIDIR 73
- CO.INCIDIR 74
- CO.INCIDIR 75
- CO.INCIDIR 76
- CO.INCIDIR 77
- CO.INCIDIR 78
- CO.INCIDIR 79
- CO.INCIDIR 80
- CO.INCIDIR 81
- CO.INCIDIR 82
- CO.INCIDIR 83
- CO.INCIDIR 84
- CO.INCIDIR 85
- CO.INCIDIR 86
- CO.INCIDIR 87
- CO.INCIDIR 88
- CO.INCIDIR 89
- CO.INCIDIR 90
- CO.INCIDIR 91
- CO.INCIDIR 92
- CO.INCIDIR 93
- COINCIDIR 94
- CO.INCIDIR 95
- CO.INCIDIR 96
- CO.INCIDIR 97
- CO.INCIDIR 98
- CO.INCIDIR 99
- CO.INCIDIR 100
- CO.INCIDIR 101
- CO.INCIDIR 102
- CO.INCIDIR 103
- CO.INCIDIR 104
- CO.INCIDIR 105
- CO.INCIDIR 106 (PARTE 1)
- CO.INCIDIR 106 (PARTE 2)
- CO.INCIDIR 107
- CO.INCIDIR 108
- CO.INCIDIR 109
- CO.INCIDIR 110
- CO.INCIDIR 111
- CO.INCIDIR 112
CO.INCIDIR 98
Hay un altar que despierta en los ojos de mi abuela, en sus pasos huérfanos, en las últimas horas antes de ser parida. La madre aguarda en la hilera de bancas que rezan de rodillas. Hay un hombre que canta una plegaria. María sólo escucha el latir de su corazón. La niña abuela va tras los santos que lloran el vacío de alma, su prisión de yeso, sus máscaras de mártires, las llagas que florecen en los pies de las vírgenes. Es tan adentro tu mirada, ahí se derraman todas las madres y su duelo eterno. Había que correr hasta la estación del médico que no quiso salvarle la vida, había que echar la puerta abajo hasta llegar a la habitación de viuda que espera ver salir a María envuelta en mortaja. Se ha ido en el tren que tres veces al día pitea en el horizonte, sobre los andenes que cargan muertos y perros torturados.Se ha ido y te ha dejado sola. Los trenes estacionan en cementerios donde nunca he vuelto a llorar sobre tus huesos, porque una vez pedí al agua bendita sobre el mármol que la habitación jamás se vaciara de tu aroma, que siempre estuvieras ahí esperándome, pero las iglesias nunca han parido milagros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario