CO.INCIDIR 98

Hay un altar que despierta en los ojos de mi abuela, en sus pasos huérfanos, en las últimas horas antes de ser parida. La madre aguarda en la hilera de bancas que rezan de rodillas. Hay un hombre que canta una plegaria. María sólo escucha el latir de su corazón. La niña abuela va tras los santos que lloran el vacío de alma, su prisión de yeso, sus máscaras de mártires, las llagas que florecen en los pies de las vírgenes. Es tan adentro tu mirada, ahí se derraman todas las madres y su duelo eterno. Había que correr hasta la estación del médico que no quiso salvarle la vida, había que echar la puerta abajo hasta llegar a la habitación de viuda que espera ver salir a María envuelta en mortaja. Se ha ido en el tren que tres veces al día pitea en el horizonte, sobre los andenes que cargan muertos y perros torturados.Se ha ido y te ha dejado sola. Los trenes estacionan en cementerios donde nunca he vuelto a llorar sobre tus huesos, porque una vez pedí al agua bendita sobre el mármol que la habitación jamás se vaciara de tu aroma, que siempre estuvieras ahí esperándome, pero las iglesias nunca han parido milagros.

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