CO.INCIDIR 89

Este invierno y su dolor de cabeza, el agudo, el que trae la pena. El dolor que no se sabe dónde empieza, si en la pena, o la pena, en el dolor. Este invierno que calla, se esconde, se hospitaliza, se muere. Avanza por las calles como alma en pena buscando poemas que se gastaron en las antiguas estaciones. Yo lo sabía, sabía que un día se llevarían las palabras, se las llevarían como se han llevado a tantos, en secreto, sin abrir los ataúdes, sin confirmar, en tu sonrisa, si llegaste a un mejor sitio. Hoy partes así, pudiendo no ser tú, porque tú te quedaste detrás de las rejas mirando el llanto y las canciones que, por esa razón de la muerte, ya no puedes cantar; y miras pasar los ojos, las cabezas, y tú te empinas y te tapas la boca, y haces gestos invisibles ensayando la transparencia y la mudez que te acompañarán hasta que decidas que esto ya no existe y nos dejes a todos en el mundo de los muertos. Porque eres palabra que ha cesado, latir de fonemas que ni siquiera saben decir despedida, palabras que van quemándose hasta hacerse nubes, constelaciones, microorganismos, nada. Palabras que ya ni siquiera son memoria, palabras que no dejan de sonar en mi mente, palabras que no pueden ser otra cosa que poesía.

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