CO.INCIDIR 69

Me sostengo en los códigos, los inentendibles, los que llevan el volar de los pájaros de primavera, los que tuvieron que huir cuando vinieron por sus ojos, los que se escondieron tras las señales de tránsito hasta convertirse en héroes que caminan arriba de las aguas. Vuelan los códigos de esta matrix con olor a hierba, con nubes que no sólo viajan sobre nosotros, sino que navegan mares donde las guerras no alcanzan a escucharse y los peces de vez en cuando cruzan hacia las avenidas sitiadas como quien esquiva arrecifes de fuego. Los códigos son entonces una supuesta vida que le llaman, dibujando, al conectarse o desunirse, una especie de planeta y ciudades y cerros y laderas y familia y risa de madrugada, o sueño de amanecida, o una amistad, también un refugio, y tardes enteras imaginando que la muerte sólo es el apagarse de los códigos y vaciarse los ojos en la esquina donde el botón aplicaba sentencia. Los códigos de esta matrix vienen de la mano de un dios informático, que soñó en octubre una primavera de fuego, soñó que era tiempo de abrir los ojos y mirar el infinito hasta que duela. Yo me sostengo de la reja de códigos y pinto mi cara de blanco, con una sonrisa apagada por las balas, por la maldad inaudita, y cuelgo de la reja a las voces que ya no me verán con sus oídos tapados, porque he quedado muda para siempre, porque los niños héroes de la calle de peces del mar que flota debajo del vuelo de los pájaros de primavera, el próximo verano no me verán co.incidir. Bienvenida edición 69, a la plaza de la dignidad, cuajada de peces y pájaros inmortales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario