CO.INCIDIR 77

Julio empuja los fantasmas del éter hasta la esquina horizontal de la luna. Me dice que todo ha terminado. Que ni siquiera es necesario escribirlo. Las palabras sobre el viento polinizan el alma de las palabras nuevas. Cada acto constituye origen del que viene, navega la vida. Retener las palabras, ancla, recuerda y proyecta el ave que nació su libertad. Caro se paga la detención. Vamos avanzando entre la materia, y su tremendo esfuerzo, y lo otro, lo indefinible, una conciencia inmanente que experimenta su opuesto a través de la vida que se nos regala. Allá vamos con la creación dentro de nosotros mismos, el atardecer y los crepúsculos de fuego, la solitaria estrella en su distancia, el pecho inflamado del cielo, lejanía, nosotros. Me dijeron que guardara silencio hasta llegar al infinito, que se ha parido una nueva especie y que por ahí anda sembrando universos en los breves pistilos, en las moléculas de la lluvia, en el silencioso girar de la tierra. Materia y espíritu aquí, donde miras, donde abrazas un hijo, donde lates por las noches en el descuido de los sueños. El paraíso, integrador de la dicotomía, hombre y mujer sobre las mismas raíces, semilla fecundada, creatura de silencio y de palabras. Agradecer la gentileza de estar vivos hasta llegar al horizonte de la luna. Julio ha retornado y huirá como tantas veces, las mismas en las que hemos podido co.incidir. Bienvenida edición del nuevo Julio, que también morirá tarde y temprano

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