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CO.INCIDIR 61
Vienen bajando desde el norte. A veces se transforman en la niebla que cuelga entre cerro y cerro. A veces son dragones blancos que no logran ver los afanes de los sembradores de la tierra. No hay culpas, ni siquiera una mínima responsabilidad. A cada cual su tamaño y la potencia de las retinas; cada cual en el punto exacto donde su vida fluye como una línea que se pierde. No hay quien resista el murmullo del tiempo, el trizar de las células, el silencio de su creación. De qué te culpas, humano? porque vas acabando con la tierra y sus peces soñando la nueva vida de los árboles, la casa sumergida, la casa por donde entran sus vaivenes y salen los últimos hipocampos cabalgando su ternura? Te lamentas del horror que has provocado? Cuando el gran horror es haber nacido sin una sola señal ni un faro. Una noche y un día en medio del universo, donde el tránsito a ciegas te va haciendo el camino. De qué te lamentas, si los dioses buscan nuevos universos para tirar sus dados, y la vía láctea es una fosa marina que a nadie le importa. De qué te culpas? de haber golpeado el cráneo de las niñas?, de hacer caer su cabello frente al espejo, su cabello que sostenía las traslúcidas pupilas y esa sonrisa que te regalaba a diario ? Quien te acosa de tanta rutina? de tanto ser que das a luz para apagar sin explicación alguna. Abarcas la existencia como un globo cóncavo que se eleva hasta escucharse a sí mismo, cuerda floja por la que te delineas hasta retornar al brutal griterío de tus nuevos átomos.
No, ninguna culpa, ningún arrepentimiento. Sólo misericordia para el tremendo afán de haber nacido. Todo el amor que expele esta ilusión que sólo nosotros transformamos en poesía. Benevolencia, diría quien vio morir a su hermano y entiende el aroma tenue de las hojas en su otoño. Misericordia que a todos nos hace Co.incidir.
Bienvenida la edición 61 del nuevo ciclo y sus estaciones; 61 como los años que nos esperan; 61, como los años que ya nos abandonaron.
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