CO.INCIDIR 86

¿Habrá un amor pendiente, un beso, la caricia inicial, el caminar recordando? ¿Eso que evapora los vestidos, que roza la punta de los dedos, que te hace leve? ¿Estará por ahí ese recuerdo, su vida inicial, su envergadura? Un abrir la puerta y entrar al abismo, a tus ojos, a tu pecho. El abrazo que no encuentra, el beso que no existe, y la levedad, la infinita y deliciosa levedad que dio paso a la prisión y la muerte. Envejeceremos en medio de la peste. Nos volveremos ancianas mirándonos hacia adentro. La bella, la que salía de tu cuarto emanando memoria de viajes a los siete cielos, a la avenida de cipreses conteniendo el vuelo mientras clamabas piedad y olvido; la bella que salía de tu cama antes que se derritiera el deseo, y llovía huidas, indiferencia y oraciones que apagaran el hechizo maligno de amarte tanto; esa bella hoy habita tan lejos de tu tumba y va perdiéndose en los años que no quisiste acompañar, va debilitando la osadía, sus brazos azules y la falda que incendiabas al final de la noche. Tu maldita costumbre de culparme de críptica e incomprensible entenderá ahora, que estás tan muerto, dónde se repetía mi poesía, qué eco respondía al final de la frase, porque ello habita en el mundo de los muertos. Por eso elegimos esta peste, porque tú te irías antes y no sabrías qué hacer sin mí. Por eso elegimos esta peste que tú no conociste, la peste que nos hizo viejos antes de tiempo, la que nos llevará a solas, ahogándonos, sin asombro, porque todos estaremos muertos y seremos quizás algo de lo que hablen en algún siglo que no imaginamos, porque la peste y tu ausencia nos hace desear volar hasta donde mueren los vivos y hasta donde viven los muertos. Bienvenida edición 86, Abril nuevamente, como todos los abriles que ya nada significan en ti.

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