CO.INCIDIR 60

Es de día. No sé escribir de día, no entro en la luz, me detengo, voy directo al sol, ciega; su calor inexistente, sólo brillo que succiona el borde del alma que aún se agita después de esta muerte imprevista. Quiero la tierra y su noche. La fresca y oscura noche que guarda silencio y memoria. La vieja noche que nunca más existe más allá de la muerte, la cristalina noche salpicada de estrellas que se detonan a sí mismas a nuestro paso. No sé escribir de día, me distraigo. Mucha vida que late, tanta exigencia de existir. Los platos, la cocina, el hambre, la necesaria acción zoológica de alimentarse 3 veces al día. La noche en cambio, bellamente oscura, nos hace olvidar la pesada carga humana que se anticipa diurna como sabiendo que más allá de la tierra y su noche, el túnel de luz aberrante que nos aguarda, sólo permitirá jactarse de tanto humano suelto en el más allá. Noche de la tierra, única y sola, subterránea nadando desnuda al centro de sí misma. Dónde existirá la hondura si jamás seremos nuevamente células y este montón de carne atada a la piel? Materialidad donde la pregunta es una huella, una delgada línea de luz que jamás repetiremos. El cielo y sus ángeles quieren tomarnos por sorpresa y robarnos este pedazo de identidad que nos costó tanta mitosis brusca y doliente que inventó los siglos. No te vayas noche, no me dejes en manos de esta luz brutal, no me ciegues, no me expulses del terror y la orfandad de tus últimos minutos. Porque cuando vuelvo sumergida al resto de las horas, hay una luz amanecida que no quiere dejarme co.incidir. Por eso escribo, porque soy tan oscura de noche que sólo me resta crear. Bienvenida edición 60 de los 5 años, sesenta veces que la noche nos ha vestido para Co.incidir.

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