CO.INCIDIR 75

Nadie dijo nada. Todo fue silencio. Eras el novísimo, el que germinaba a última hora, el que viajaba en el útero de las alas negras. 

Luego el grito, la muerte. La madre agonizante miraba el negro de tus ojos, la oscuridad de una despedida. Fuiste minúsculo saltando de rama en rama, de pueblo en pueblo, enloquecido, abandonado. El mundo era un sitio demasiado extraño para navegarlo a solas. Demasiado oscuro para permanecer quieto. Nadie te habló de los segundos, de las distancias, de la necesidad del otro. Nadie te dijo que los puentes yacían muy lejos y no había forma de llegar a ellos. 

Las paredes húmedas y oscuras soportaban tu espalda huérfana. Asomaste para verificar que nadie acontecía, que ninguna huella dejarías en tu huida. Sabías, por intuición soberana, que el país de los cientos de millones sabría encontrarte y acabar contigo. Pequeño, asustado, sin madre que llevara tus pasos, explotaste de tristeza.

La soledad es mala consejera. 

Y allí fuiste, sin sospechar que era tan fácil rendirse, caer en los brazos de cualquiera, poner tu carita en el pecho y dormir hasta que el amanecer resplandeciera. Sólo que olvidaste que no tenías nombre, que jamás se te regaló una mirada, que ni labios ni cabellos ni la ligera curva de una cadera verías reflejada en ningún espejo. Tu cuerpo sombrío era una gota, una especie de punto aparte, ventiscas soplando la flor del diente de león hasta sembrar de cipselas la noche. 

No sabías por qué caían uno a uno a tu paso. Los hombres eran algo así como soldaditos de plomo inestables, castillos de arena, cristales de calcio derritiéndose en los dedos. Llevaste la maldición de la noche, los tristes cuentos que sólo caben en la memoria de los asesinos. Nada era tuyo, en el infierno tu tránsito era inofensivo. Tú no eras el peligro. Los que liberaron las puertas clandestinas, los que llegaron lejos, los que no respetaron la tierra bendita de tu especie, ellos traspasaron la línea prohibida, ellos liberaron el infierno. Tú sólo viajabas en las alas negras de tu madre, la corrupta, la oscura, la violada, la que viste morir en las fauces de los buitres que destruyeron la capa de ozono en menos de 50 años. 

El resto, es tránsito de muerte que no elegiste; sólo veo el miedo asomarse primero en tu corazón ínfimo para luego vaciarse inauditamente sobre el mundo.

Nadie sabe cómo llevarte de regreso. Tú continúas buscando el corazón de tu madre en las células de todos nosotros.

Hoy estamos confinados sólo para que tu orfandad se perpetúe. Nuestra cárcel nunca será tu libertad.

Bienvenida edición 75, la del silencio y la distancia que nos ha hecho co.incidir.


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